martes, 5 de julio de 2011

PRIMORDIAL

La distancia estaba ausente en la música, sus muelles y malezas al viento.

Se te cerraba la boca contra mi beso de piedra. Sobre las transparencias de mi llanto y sus inmersiones sonriendo, débiles como cadáveres que pulsaran tu cara.

Me dijiste:

"me muero y mis piernas son tu ciudad en ruinas".

Un canto de niña perdida se llevó entonces mi orgasmo.