miércoles, 19 de diciembre de 2012

CUANDO EL SEXO ABRIÓ EL SONIDO DE LA TRISTEZA APARTANDO PIEDRECITAS QUE ERAN LAS SEÑALES GUARDADAS POR SUS OJOS CUANDO FUERON UN CALLEJÓN SIN SALIDA.

Ella cerró las aguas de su sexo en un movimiento de entrepierna. Cada golpe de mi amor sonaba leve. Dividido en dos, como su vulva. 
Entonces ella tocó, en el aire, mi boca ya rozada.
Puso a un costado de mis labios su recuerdo clavado en un movimiento de cintura.
Ahora sus caderas rodean en silencio mi sitio en el alma del cuello de su útero.