lunes, 15 de julio de 2013

EL INSTANTE QUE TENÍA LAS MANOS TRISTES DE TANTO ATRAPAR AL DOLOR GASTADO DE UN RELÁMPAGO MUERTO.

La veía lacrada, nubosa. Entró en su cuarto y plegó amor en el único cariño de cristal que despertaba con sus ojos cerrados. En un área de distorsión de tiempo, disminuyeron los ciclos de la materia no física abrazados a la anti-materia física. Las bocas alcanzaron el umbral mojado del aliento al conectar la voz a las frecuencias de nuevos códigos genéticos.
Sólo después, la muerte escupió su pétalo negro sobre el frío de la alegría.