Él tenía su sonrisa en la boca. Ella empezaba en su beso. La saliva era la última prenda íntima.
- Pregúntame quién era y dime cuando te fuiste...
El sol miró entonces por la ventana y unas cáscaras de naranja cayeron sobre los hombros.
Así transcurieron doce años.
Y el amor, tan hembra, había huído del alma construyendo un nido de hilos para ambos ombligos.