Un mordisco hecho de vacíos destapó cada pétalo de sus labios. En ellos, el beso corrió como un arroyo blanco sobre el cuerpo del valle de su lengua. El deseo era un jinete imperioso que extendía su talle en las redes confundidas del corazón.
- Detrás del sentimiento mismo estoy yo, amor. Vivo ahí...en la frontera perdida del ser en que nos encontramos.
Y cuando el llanto se entreabría, subían unas piernas gemelas hacia la humedad estelar.
Y la tierra era carne de uva en la soledad nocturna.