lunes, 1 de abril de 2013

DE LA ENAMORADA A LA QUE UN POETA RASPÓ UN POCO SU CEREBRO Y LO CUBRIÓ CON UN PARAGUAS DE SUEÑOS PURIFICADOS EN ACEITES DE LLUVIA.

De niña se durmió sobre un caballo de madera que se la llevó al trote. Alucinada, cubrió mis recuerdos con piel de pájaro. Luego, fabricó mi beso a su imagen y semejanza. Su deseo en mí fue espesura. Y luego, humedad.
- Bebe en las piedras de mi amor, vida. Inúndame de silencios cuando hayas puesto mi alma mojada entre tus rocas...
Y Tirité de sangre, remando en su lágrima.
Y un vacío, que pedaleaba sobre las olas, buscaba un hueco para escribir:
"Dios no vive en lo más íntimo de nosotros, se reproduce en los límites periféricos de nuestra fiebre".