El oro se le salía del vientre desde los aislados patios de su ombligo. Para darme voz, ella puso ternura en su saliva. Me llevó el crepúsculo con su mano. Entonces, yo recitaba los caminos que iban hacia sus caderas. Las estrías llevaban nombres sin fondo... ¿ Serían acaso ellos mis palabras cayendo en el amor de sus caderas?
Por fin, hundí mis pasos en el olor de su cuerpo donde se oían aún aquellos golpes de amor empuñando caricias para fusilarme.
Por fin, hundí mis pasos en el olor de su cuerpo donde se oían aún aquellos golpes de amor empuñando caricias para fusilarme.