Se levantó con mi nombre en la mano. La noche se había hundido, pero ella había calculado todo. Se arrancó el delirio y me mostró su resplandor. Seguidamente, abrió un huevo de su tristeza y sacó de él, al tiempo. Dentro, la vida se estremecía con locura. El amor asomó entonces el rostro. Algo cantaba sujeto a tenazas. Una niña corría alrededor.
- Enrique, de ti mismo a ti mismo, hay un olor a alma que soy yo...
Y un roce con eco entró dentro de mí. Eras tú, contorsionada en su centro.
- Enrique, de ti mismo a ti mismo, hay un olor a alma que soy yo...
Y un roce con eco entró dentro de mí. Eras tú, contorsionada en su centro.